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"La igualdad tal vez sea un derecho, pero no hay poder humano capaz de convertirla en hechos." Anónimo

"Arréglese al Estado como se conduce a la familia, con autoridad, competencia y buen ejemplo."Confucio (551-479 a. C.), filósofo chino

domingo, 7 de noviembre de 2010

La ética de la sustentabilidad y la formulación de políticas de desarrollo

Existen personas que lo único que quieren es tener un auto importado. Para
mí, me basta con un Volkswagen Escarabajo, pues los autos son máquinas
usadas para que la gente se pueda mover. Yo quiero, por eso mismo,
tener el poder de comprar un auto importado, para tener el placer de no
comprarlo…
Rui Lopes Viana Filho, 16 años, Medalla de Oro,
Olimpíada Internacional de Matemática
Contrariamente a aquello de lo que nos intentan convencer los curadores
de la “posmodernidad”, acercarse a la complejidad y a los valores que
caracterizan a la sociedad de fines de milenio no requiere de conocimientos
y capacidad de análisis altamente sofisticados. La sabiduría de saber
afrontar las disyuntivas actuales sin perder la adecuada perspectiva ética y humana
llega a sorprender por la profunda sencillez que suele manifestarse. Quizás sea
por ello que a ese joven matemático no le hayan sido necesarias más que unas
cuantas palabras para resumir la crisis actual y, al mismo tiempo, posicionarse
ante ella. En efecto, las relaciones entre modernidad y medio ambiente constituyen las verdaderas tensiones provocadas por la trayectoria de la civilización occidental,
aunque en un sentido más amplio que el empleado por Thomas Kuhn
(1977) para designar la necesidad de un conocimiento convergente para superar
la razón científica y trascender paradigmas vigentes. Modernidad y medio ambiente
representan, pues, el resultado de una misma dinámica, el progresivo protagonismo
del ser humano en relación a las superestructuras, a la par de la progresiva
centralidad que asume replantearse las relaciones entre seres humanos y
naturaleza. Ello, no obstante que la preocupación por el medio ambiente nos obligue
a objetar tan profundamente la modernidad actual que este cuestionamiento
lleve a instaurar los fundamentos mismos de un nuevo paradigma de desarrollo.
Si medio ambiente y modernidad se han nutrido de la misma fuente civilizatoria
para llegar a constituir los verdaderos dilemas o desafíos del nuevo milenio,
es el contenido valórico o la ética de esa crítica lo que funciona como la amalgama
que confiere significado y dirección a esa “tensión”. Como señala acertadamente
Peter Taylor, así como el socialismo representó la resistencia anti-sistémica
a la modernidad “industrial” hegemónica a mediados del siglo pasado construida
por Inglaterra, el ambientalismo representa hoy la resistencia a la modernidad
del “consumo” cien años más tarde, construida ahora bajo la hegemonía de
los Estados Unidos (Taylor, 1997). Ambas dinámicas de resistencia sólo pudieron
trascender como paradigmas de conocimiento y de acción política en la medida
en que pudieron hacerse cargo de las opciones éticas que de éstas resultaban.
Como sintetiza muy bien Rui Lopes, el saber ubicar en su verdadera dimensión
el rol de un auto en la sociedad (es decir, independientemente del status adicional
por ser “importado”) ya constituye, de por sí, un acto de extrema lucidez.
Sin embargo, ejercer la potestad de optar por otra alternativa para satisfacer sus
necesidades, además del poder social (moneda de canje en la modernidad del
consumo), le confiere al ser humano el placer como individuo (medida de bienestar
de una sociedad sustentable). En definitiva, se impone reconocer que el componente
ético y de justicia social que caracteriza de una manera medular ambas
opciones de resistencia a la modernidad se las hace también enlazadas en su carácter
contra-sistémico respecto de la acumulación capitalista. Al propósito original
del socialismo de anteponer un límite social a la racionalidad económica de
la modernidad del siglo pasado, se añade ahora el límite eco-social a través del
cual el ambientalismo antepone la biosfera a la lógiQuizás ésta no sea la oportunidad más adecuada para discutir las respectivas
trayectorias de esos dos movimientos de resistencia. Aún así, corresponden un par
de aclaraciones. Desde luego, si es correcto señalar que el socialismo ha sido superado
por lo menos en sus manifestaciones “reales” modernas, esto no necesariamente
implica idéntico e inexorable destino para el ambientalismo. El socialismo
construido en el siglo XX respondía a una modernidad de cien años antes (la
del “ciudadano”), a través de formas organizativas (partidistas) de ese entonces:ca económica del mercado.
modernidad ésta que fue sobrepasada por la modernidad contemporánea (la del
“consumidor”). El ambientalismo, en cambio, no pretende constituirse como un
movimiento político partidista o como una vía única y exclusiva de resistencia a
la nueva modernidad -lo cual, dicho sea de paso, explica en buena medida el fracaso
de los partidos verdes en general. Al plantearse como organizaciones de la
sociedad civil que se dirigen al ser humano antes que al ciudadano o al consumidor,
el ambientalismo aspira a mucho más que al poder. ¡Aspira, sencillamente, a
cambiar la política misma! Tal como indica el lema del partido verde germano:
“no estamos a la derecha ni a la izquierda; estamos simplemente adelante”.
Roberto P. Guimarães**Ecología Política. Naturaleza, sociedad y utopía

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